Nada nuevo

Todo esto no es muy nuevo; nunca he negado estas emociones inofensivas; al contrario. Para sentirlas basta estar un poquitito sola, justo lo necesario para despejarse de la veracidad en el momento oportuno. Pero me quedaba cerca de la gente, en la superficie de la soledad, decidida a refugiarme, en caso de alarma, en medio de ellas; en el fondo era hasta entonces una aficionada. Ahora, en todas partes hay cosas como este vaso de cerveza, aquí, sobre la mesa. Cuando lo veo me dan ganas de decir: pido, ya no juego.

Comprendo muy bien que he ido demasiado lejos. Supongo que uno no puede prever los inconvenientes de la soledad, incluso estando acompañada. Esto no quiere decir que mire debajo de la cama antes de acostarme, ni que tema ver abrirse bruscamente la puerta de mi cuarto a la media noche. Pero de todos modos, estoy inquieta; hace una media hora que evito ver este vaso de cerveza.  Veo en cima, debajo, a la derecha, a la izquierda; pero a él no quiero verlo. Y sé muy bien que todos las personas que me rodean no pueden ayudarme en nada; es demasiado tarde, ya no puedo refugiarme entre ellos. Vendrían a darme palmadas en el hombro y me dirían: -“Bueno, ¿qué tiene este vaso de cerveza? Es como los otros.”- Sé que es igual, pero sé que hay otra cosa. Casi nada. Pero ya no puedo explicar lo que veo. A nadie. Ahora me deslizo despacito al fondo del agua, hacia el miedo.

Estoy sola en medio de estas voces alegres y razonables. Todos esos tipos se pasan el tiempo explicándose, reconociendo con felicidad que comparten las mismas opiniones.

¿Es eso lo que me espera? Por primera vez me harta estar sola, con mi mente. Quisiera hablarle a alguien de lo que me pasa, antes de que sea demasiado tarde, antes de inspirar miedo a los demás. Quisiera que alguien estuviese aquí.

Es curioso: acabo de escribir todo eso y no he dicho la verdad, por lo menos no toda la verdad. Cuando escribí, el título, “Nada nuevo”, tenía la conciencia intranquila por esto: en realidad una pequeña historia, que no es ni vergonzosa ni extraordinaria, se negaba a salir.

Me admira cómo se puede mentir poniendo a la razón de parte de uno. Evidentemente, no se produjo nada nuevo.

Fotografía por Jocelyn Catterson