Un dron nos espió por la ventana y no era yo la que sostenía tu brazo bajo la mesa,
Pareciera que florezco en tus mentiras, pero
¡Santo Dios! No creo en nada.
Quiero verte dormir y tocar tu cabello, porque sé que esto no es eterno.
Un par de rábanos para no recordarlo y un 1968 para no olvidarnos.
Y sí al despertar ya no estás no estaría tan mal, pues, falta poco para llegar.
Charlie Kaufman, cigarros y beberemos junto al mar.
Fotografía por Richard P J Lambert
Debajo de una palmera; recostada en la parte trasera del coche, en el asiento delantero coreabas nuestra canción favorita. Sabías que era el final, ahora sabes que odio los cambios.