Charlie Kaufman era el administrador de el museo del pasado, en el salón se podían observar objetos como un teléfono celular, una tarjeta de crédito, una laptop, un avión, una aspiradora digital, todos objetos que no servían para nada en el fin del mundo. El objeto más reciente que había llegado a sus manos era un dron, de aquellos que su vecino usaba para espiarlos por la ventana cuando en el planeta tierra aún existía la desconexión digital. Recodaba un pasado en el que era feliz y un exitoso curador del famoso museo de victoria y Alberto. Charlie dedicaba su tiempo a limpiar y reparar objetos del pasado, estaba determinado a no dejar que olvidaran un pasado que terminó en tragedia con el colapso de la economía mundial; Le explicaba a los niños con mucha emoción como funcionaban los objetos; Ellos con sus ojos bien abiertos no podían creer que las grandes estructuras que el llamaba aviones podían volar por el cielo, que con una video llamada podíamos conectarnos con alguien al otro lado del mundo en Segundos esto parecía una realidad frívola e irreal para muchos de los niños que habían nacido luego del colapso. Ese mismo día por la tarde uno de los exploradores regresó con un manojo de rábanos, comida para perro en lata, y una revista para adultos de 1968 y varios conejos que había logrado cazar. Charlie decidió colocar la revista lejos del alcance de los niños, pero lo suficientemente visible para que los adultos pudieran recordar picardías de juventud al pasar cada una de las hojas. 2000 personas vivían en su comunidad hoy en día todos vivían en paz Los saqueos eran cosa de un pasado que nadie quería recordar, cada comunidad producía y realizaba intercambios con comunidades vecinas. Así poco a poco la sociedad estaba reconstruyéndose, ya no existía paranoia por la peste que terminó con el 60% de la población mundial, el planeta tierra comenzó sanar 10 años después del colapso y ahora era un paraíso sin polución o contaminación visual. Charlie no era más un joven melancólico ahora tenía 70 años y necesitaba descansar mientras movía y sacudía sus objetos, con su mirada puesta en su maravillosa colección de 5000 piezas del pasado suspiro sabiendo que había vivido una vida maravillosa y pasara lo que pasara nada podía ser peor que un fin del mundo a las 4:00 pm. Esa noche se recostó sobre su cama y cerró sus ojos para no abrirlos nunca más. Hasta allí había llegado el maravilloso curador del museo de la melancolía de antaño.
Fotografía por Richard P J Lambert
Cuando sea grande quiero tener los bigotes de dali, pensar como simone de beauvoir y vivir como zelda fitzgerald. Guatemalteca viviendo en UK, nutricionista de profesión, amante de las letras, melomana por las noches, bibliófilo por tradición familiar, fanatica de bebidas espirituosas y buena comida.