Recorrí los hoyuelos de tu cara imaginaria al despertarme.
Me había pasado la noche mirándote con disimulada precisión, para hacer una amalgama de eso que tanto me gusta de ti, detalles que caen en lugares profundos a los que ninguno llega y que no acierto a visualizar cuando ya te has ido, porque siempre me pierdo en tu fustigante mirada. Había olvidado la coherencia de la abstracción que va diluyendo los rostros en figuras borrosas con el paso de los días, las semanas, los meses. Como nubes que se van, como debe ser.
El tiempo se consumió escuchándonos.
Una canción llevó a otra. Nos descolgamos por esa escalera de recuerdos que se alarga cuando nos reencontramos, como si hubiésemos compartido catacumba.
Terminamos en la bañera, bebiendo vino, fumando, con la luz del día colándose por la ventana a nuestras espaldas, sin querer despertarnos del todo de algo que nos gusta bastante pero que sabemos que no nos conviene, nosotros.
Fotografía por Katie Silvester