En una de las cuatro esquinas de una calle imaginaria está Emilio.
Emilio lleva tres años pensando en qué decir cuando Carolina decida cruzar en diagonal la acera para hablarle. No puede arruinarlo; al menos no con uno de sus monólogos aprendidos de memoria como si se tratase de la introducción de Woody Allen en Annie Hall afirmando que su vida es una desgracia, porque claro que lo es, pero a Carolina le importa una mierda.
A Carolina no le importa saber la historia de dos señoras pesimistas en un hotel de alta montaña; mucho menos le importa lo que sienta Emilio. Sólo quiere cruzar la acera para pedir cigarrillos y llevárselos a Sergio, un hombre que que lleva más de tres años en la misma esquina y no se atreve a cruzar por cigarros, prefiere, en lo posible, morir de cáncer de pulmón antes que cruzar una calle y arriesgarse a morir atropellado por un carro – i m a g i n a r i o –
Sin embargo, Sergio no espera a Carolina, sino a Eva una mujer imaginaria disfrazada de muerte. A ella no lleva esperándola tres años.
Sino toda la vida.
– Porque Eva es real y no es i m a g i n a d a –
Ya no está en la esquina restante.
Fotografía: Kevin James Neal
1999.
Colombia.
“Yo creo que en este preciso momento estamos siendo alucinados por un Dios intoxicado y todas las galaxias y todas las realidades se desprenden de su delirio.”