Me gusta llegar tarde para contemplar tu ceño fruncido, quiero atestiguar la molestia que calienta tu cara afilada y la mezcla de gusto y desesperación al verme llegar, levanto los hombros y sonrió a modo de disculpa.

Catalina nació al norte del país, nació a las 11 de la mañana porque su madre se lo ordenó a temprana edad; las contracciones, el sangrado y el llanto inicial.
El médico que respondía al llamado de “doctor”, dijo
-Bienvenida a la vida, al mundo pequeña.
-¡Catalina! gritó su madre exhausta para otro parto, pero llena de energía para corregir y ordenar.
Catalina no movió las manos, no buscó la luz que estaba pegada al techo, tampoco bostezo, se abrazó a una idea añeja de 9 meses y dos días.

Te recibo muerte en este pequeño mundo.
Te recibo muerte.
Te recibo.

Las eventualidades de su infancia y adolescencia no contenía la mayor sorpresa, odiaba ir a la escuela, las tareas, cargar libros llenos de indicaciones, instrucciones y resultados dispuestos para calificar su obediencia.
El cabello a sus 21 años no era bello, sus pechos no eran redondos con pezones apuntando al frente, tenía las piernas largas y delgadas. En sus caderas desaparecía la cadencia, sus nalgas no eran invitación al placer.

Yo, que compartía una cosa con ella: la edad. Y ocultaba una cosa por ella: mi amor.
Imaginaba y adornaba en mis momentos de silencio su sepelio, como tendría poco ruido en el cuerpo, el funeral imaginario de Catalina ¡era espectacular!
Los asistentes se verían como una legión de hormigas al medio día, bajo el rayo vivaz de una lupa jugando con el Sol. Así, todos vestidos de pena por no tener ya los oídos de Catalina para escuchar sus opiniones; con arrepentimiento por evitar su cuerpo imperfecto, pero todos ocultando el gusto por librarse de la mirada de Catalina, inhumana, de bruja, de criatura sagrada.

Mis palabras para los dolientes y pordioseros que visitarán tu funeral las guardo en mi cuaderno de pasta morada.
Tu madre dictadora pagará por un obituario extenso, con la imagen de un ángel que muestre exagerada tristeza, en el se podrá leer la dirección, el número de capilla y claro el horario, la cita…

Yo voy a llegar tarde para ver como muere tu carne; voy a llegar justo a tiempo para ser contigo una poesía eterna.

Fotografía por Paola Saetti