Bowie tenía razón: Time may change me, but I can’t trace time

Quizá después de todo, fue una ligera crisis de locura. Ya no quedan rastros. Hoy los extraños sentimientos de la otra semana me parecen muy ridículos, ya no me convencen. Después de tener la muerte frente a mí, después de verme reflejada en aquella pupilas sin vida. Me es difícil encontrar algún sentido.

Algo me ha sucedido, no puedo seguir dudándolo, mucho menos negarlo. Esto ha venido como una puta enfermedad, no es algo ordinario, llegó así tan de golpe. Casi como tú cuando llegaste…Y también cuando te fuiste. En fin; se instaló poco a poco, yo me sentí algo rara, hasta la chingada, nada más. Tan sólo si tuviera una mentada de conocimiento de mí misma, sabría como descifrarlo y ahorrarme toda esta putada.

Últimamente aquello que conozco tardo en reconocerlo. Los rostros que me eran habituales se tornaron en desconocidos; y lo que más me asusta es que ni el mío puedo reconocer. Por lo tanto se ha producido un cambio durante estas semanas. ¿Pero dónde? Es un cambio abstracto. ¿Soy yo quien ha cambiado? Si no soy yo, entonces es este puto cuarto, esta ciudad, esta naturaleza, la pinche gente; hay que elegir.

La solución más simple y también la más desagradable es que creo que soy yo quien ha cambiado. Debo reconocer que estoy sujeta a estas súbitas transformaciones que llegan siempre inesperadas. Lo que sucede es que todo lo pienso una y otra vez; entonces sin darme cuenta, se acumula en mí una multitud de pequeñas metamorfosis, y un buen día se produce una revolución. Es lo que ha dado a mi vida este aspecto desconcertante, incoherente y miserable. Simplemente hay veces que me cuesta comprender por qué estoy yo aquí. ¿Qué hago aquí? ¿Por qué hablo con esa gente? ¿Por qué visto de esta manera? Mi pasión está muerta. Me he arrebatado y arrastrado: en la actualidad me siento vacía. Pero esto no es lo peor; delante de mí, plantada con una especie de indolencia, hay una idea voluminosa e insípida. No sé qué demonios es, pero no puedo mirarla.

Si no me equivoco, si todos los signos que se acumulan son precursores de una nueva conmoción en mi vida, bueno, tengo un chingo de miedo. No es que mi vida sea rica, ni profunda, ni preciosa. Pero tengo miedo de lo que va a nacer, de aquello que va a apoderarse de mí ¿y arrastrarme a dónde? ¿Será necesario que me vaya, que dejé todo lo que tengo aquí y ahora? ¿Me voy a despertar dentro de meses; años, rota, decepcionada, en medio de nuevas ruinas?

Quisiera ver claro en mí antes de que sea demasiado tarde.

Pero ver.

Sin miedo.

Fotografía: Terry Magson