Habitando el viento;
mi teatro decadencia.
La mera ausencia es presencia
sin escenario, sin reflectores, sin líneas que acaparen.
Noche perpetua y brota el fruto prohibido desde las entrañas.
Se escucha desde los ojos cercenados,
Una soledad que es dos cuando la mañana es tres.
Una no es ninguna
duda de la sepultura de la memoria.
Escribo que sueño o sueño que escribo o sueño escribiendo.
O no hago nada.
Las lenguas ocultas;
lingüística perdida que no hace más que escaparse de quien la interpreta.
Yo no entiendo nada.
A la mitad de una oración parece que despierto:
repentino ímpetu de irme por la ventana como gato en celo interrumpiendo gracia divina de la creación con el maullido encarnizado.
Extravío
en la vastedad salvaje de una parábola
entre espejos sónicos que desestabilizan percepción cada vez que se elevan las frecuencias.
Se derrumba el ser porque es ilusión.
Se derrumba la retórica porque es palabrería.
Engullendo ceniza.
Fotografía: Delfina Vazquez