Joseduardo, tengo dislexia emocional, las palabras y los sentimientos se vuelven amorfos. La tergiversación de la realidad se hace latente, sé que estoy navegando en la galaxia; sin sentido.
Yo no estoy mal, simplemente las nociones de espacio-tiempo han decidido aferrarse a una estrella fugaz. Los sentidos han sido sometidos por un baile de palabras.
La felicidad parece confundida.
Explosión y crisis en la realidad, al reconocer lo aterrador que es ver a José, abrazarle, cerrar sus ojos y recordar a Eduardo fumando y desayunado melancolía. El contexto visual no coincide con lo colérico de mis días.
Me encuentro dividida: una parte de mi se queda contigo, José; pero mi otro yo ya forma parte de Eduardo.
José, siento que las cosas sean así, simplemente se volvió cansado y ahora, no puedo anclarme a tus dulces mejillas. Las lagrimas caen en forma de cataratas, sin saber que hacer contigo o sin ti. Ayer parecía que todo se podía solucionar con un latido. Hoy tu silencio me hace extrañar a las personas de esta ciudad, quizás en ellas encuentre aquella calidez que en tu cuerpo ya no habita.
Euforia y furia, nace de un escape fallido del alma enardecida de José.
Reúno las piezas que quedaron de mi ser y realizo una segunda fuga al presente. Dejo las llaves en el buzón para no volver y arruinarme con aquello que la piel dice conocer y amar. Surge una brecha, entre la vida y mi sistema, partículas navegan a años luz, me pierdo para ejercer fuerza en algún punto; punto que pronto se vuelve en el encuentro vehemente con Eduardo. Me desconecto con lo que fue para matar las dudas.
Dos corazones esquivan los destrozos que dejó el amor de José.
Perdí el norte y en algún punto violento, estaba él. Eduardo, llego con un puño de nada para arañar la piel y los recuerdos. Ha decidido quedarse y despojarme de las promesas sin cumplir.
Yo te amaba José, pero le dije a Eduardo que se quedará en mi vida.
Fotografía: Delfina Vazquez
Soy un defecto perfecto en la vida misma, amante de los panditas rojos.