Quería volver a su sensibilidad, la que pronunciaba su mirada hacia los detalles; contemplar al payaso del zócalo, al niño chiclero, a los bebés con sus madres en los directos a Cholula y la que representaba una de las visiones más constantes por todo el conjunto de elementos compartidos en un sólo punto: los perros muertos en las carreteras: sus vísceras, pellejos, cráneos aplastados, sesos al aire, estómagos inflados, globos muertos en el pavimento. Antes fueron vagabundos sin camino, caninos buscando alimento, vida olfateando, rastreando sin tregua por sacarle a las costillas de Dios un día más de vida; perros con miradas de ángel, de demonio, perros nobles, asesinos, protectores de sí mismos, de sus amos, ¿quién aúlla por esos cadáveres tendidos, aplastados por los autos?,¿quién derrama una lágrima por un arranque violento de sustancia?, ¿era injusto? ¿existe lo justo y lo injusto? “¿Por qué seguir en este absurdo? Tus sentimientos se fueron, admítelo, caminas, pero estas muerto”.

Fotografía: John Kilar | Instagram