El día que murió el abuelo estaban casi todos los Persino vivos: los Persino de Mexicalzingo, los de Puebla capital, los de Cocoyotla y de otras latitudes. Esa mañana fúnebre los miembros de la segunda generación olvidaron un rato que se odiaban; se abrazaron, fue como ver la infancia de los primeros tiempos; un mundo sin avaricia; los veía con sus caras tan dulces y afligidas, volvían a ser una familia. El abuelo murió en la víspera de Todos los santos; hubo mariachis, café corriente, pan tieso; canciones de José Alfredo Jiménez, de Pedro y Vicente Fernández; hubo niños de parientes lejanos, amigos de los Persino que no habían vuelto en décadas; no sé cómo se cruzó en el camino una chava que me gustaba del trabajo y la vi aquel día, iba con sus padres al panteón seguramente a ver otro cadáver más antiguo, por aquello del día de muertos.
Cuando el féretro descendió a la tierra, casi pude escuchar los corazones rotos de toda la segunda generación de los Persino; lloraban con sinceridad. El “maestro” Persino dijo algunas palabras que ahora no recuerdo, varios aventaron puños de tierra a la caja; les estaban sepultando un enorme pedazo de alma; se iba el líder, el ogro, el hijo de puta, el padre amoroso; se iba el indio Persino con sus pecados gloriosos, sus hazañas ríspidas, humanas.
Fotografía: John Kilar | Instagram
Fernando Percino es mexicano y nació en algún momento de los años ochenta; además es licenciado en Administración Pública por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Ha publicado cuentos en el suplemento cultural “Catedral” del diario “Síntesis”, la novela “Velvet Cabaret” (2015), el libro de cuentos “Lucina” (2016), el libro de crónicas “Diarios de Teca” (2016)y actualmente escribe el libro de notas “Volk” en ERRR Magazine. Fue miembro del consejo editorial de las revistas: “Chido BUAP” y “Vanguardia: Todas las expresiones”. Ha trabajado como funcionario público en la Administración Pública Estatal y Federal y se desempeñó en diversos puestos, por más de 7 años, en el ramo de las microfinanzas.