Mi hermano Esteban no había conocido al abuelo Persino hasta sus 15 años. Cierto día, no recuerdo por qué mamada; fuimos a la casa del “maestro” Persino en la colonia Volcanes; vimos a nuestros hermanos. El abuelo Persino barría el patio lleno de hojas del árbol de níspero, aquello yo solía trepar cuando era más morro. Entonces se vieron dos generaciones lejanas, irreconocibles. El abuelo saludo a Esteban y vio en sus ojos un cúmulo de imperfecciones, desamparos, dolor y se estremeció, porque sabía que Esteban fue el más abandonado de la estirpe. Fue el único día de sus vidas que interactuaron. El abuelo Persino murió tres meses después y Esteban lo volvería a ver en un féretro con música de mariachi de fondo en un velatorio del panteón La Piedad.

Fotografía: John Kilar | Instagram