Mi tía Ernestina fue quien mejor se llevó con mi madre; Ernestina fue de los pocos Persino de la segunda generación que logró mantener “estable” su matrimonio; educó con lealtad a sus hijos. Recuerdo que alguna vez los visitamos en su casa de la colonia México 68. Mi trato con ella fue cordial pero distante. No sé por qué nunca me he sentido parte de la estirpe Persino, aún con sus seres más nobles, tal vez por eso, al momento de registrar mi acta de nacimiento, los burócratas que hicieron el trámite me pusieron Percino, con “c” y no con “s”, por error, por destino, por un designio de Dios; me estaban excluyendo de alguna manera o dándome un rango de extranjero en mi propia familia que terminé pagando con exilio toda la vida.
Fotografía: John Kilar | Instagram