Tengo 21 años, veinte y uno, “veintiuno”.
Tengo 21 años de los cuáles uno lo he vivido con la intensidad de la llegada de los veintes. Los “fabulosos veintes”, la entrada a la adultez, nuevas experiencias, primeras veces; para mí, sí, para mi que llegué a ser enamorada con alguien y luego tuve sexo por primera vez y luego tuve mi primera decepción amorosa y luego mi primera vez llorando por alguien, mi primer trabajo en el cual me trataron muy mal, la primera vez en la que no cuento con mi madre, la primera vez que salgo de noche por voluntad propia, mi primera vez ahorrando para comprar cosas de mi carrera que anhelo tanto, mi primera vez siendo dependiente emocional de alguien.
Si alguien me hubiera dicho que me pasarían tantas cosas hace un año atrás, probablemente, me reiría, no me la hubiera creído y volvería a agarrar el control para poner Netflix y ver una serie en mi sofá.
Pero han pasado muchas cosas, me he equivocado horrores. Mis autocríticas se han incrementado y mis miedos e inseguridades acerca del futuro que no está tan lejos, han evolucionado.
Estoy en una etapa tratando de luchar contra mi inmadurez, mi inseguridad, mi egoísmo, mi irresponsabilidad y otros tantos defectos más que me hacen sacar muchas lágrimas porque me estoy chocando con la realidad y, la verdad es que sí duele, sobre todo si no estás preparado y yo no estuve prepada para esto.
No sé qué me espera en los 22, no sé cuáles van a ser los siguientes errores que cometeré o tal vez, si somos positivos y hacemos las cosas bien, no sé cuáles serán mis siguientes aciertos. Sea cual sea mi final, solo pido un poco de paciencia en mi, puesto que soy un enorme trabajo en proceso.
Fotografía por: chienz lo
Escribo mal.
Escribo acá solo para dejar de aburrirme de la monotonía de vivir.