Estás tendido en tu cama.
Son las 8:45 de la mañana y estás despierto, pero no te levantas. Las sábanas cubren tus nalgas y parte de tus piernas. Duermes en boxers y escondes la cabeza bajo tu almohada cuando la luz entra violenta en las mañanas.
Te mueves entre las sábanas blancas, te las subes y se adhieren a tus omóplatos, a toda tu espalda.
Tienes cinco lunares en la espalda, y diez más en la cara.
No duermes mucho, eres insomne algunas veces.
Miras el techo, un haz de luz entra por tu ventana e intentas tomar todas las partículas que flotan.
Sigues mirando el techo con los pies descubiertos y la almohada en el suelo.
Te levantas.
Abres la regadera, te metes lentamente y el agua cae y te moja parte por parte.
Ya eres uno con el agua.
Terminas, cierras las llaves. Las gotas de agua se impermeabilizan en tu piel y las destruyes al pasar la toalla.
Te pones boxers color negro, y te tiras en la cama, húmedo y somnoliento.
Fotografía: Isa Gelb
La curiosidad mató al gato.