Hace días que mi boca sabe a mango
Mis cejas se han encargado de nublar mi memoria cada vez que te huelo;
cada vez que entiendo que mi muerte está rondando entre mis costillas.
Cinco veces te prometí no llorar.
Cada vez que las hormigas recorren mi piel mis oídos lloran de soledad…
Hace días que tu pelo sabe a mango.
Quisiera encontrarte debajo del eclipse que no ocurrió,
quisiera saber que un cielo estrellado puede más que el oleaje del mar.
Te fuiste entre tinieblas.
Tus pecas eran la cantidad de días que tenías que vivir; nunca aprendí a contarlas bien,
tus orejas aullaban por susurros sabor fresa,
y entre escondites con el cariño te perdiste en el laberinto de albaricoque.
Los miércoles me saben a pesadumbre…
si no existiera arriba ni abajo, quizás creería en un cielo.
Te quiero conocer desde tu muerte pero no sé dónde buscar tus pedazos.
Si rasco el pavimento puedo encontrar tus pestañas,
volteando a las nubes las copas de los árboles te bloquearon el llanto de tus recuerdos;
quisiera haber trazado un mapa en tu espalda.
Dice que lo vas a esperar en su muerte, que ahí estás…
¿Irán a la derecha o a la izquierda?
El amor coincide en saber que la eternidad recae en los hombros de la muerte.
Te soñé; te grité; te lloré.
Me sabes a alfombra…
en mi codo y en mis manos te quedaste.
Fotografía: mo picr