Bendito manantial. Todos se asombran como si fuera un relato metafísico. Me imagino que estar lejos de la ciudad es lo más parecido a ello. Sólo es agua, un sonido que calma. Una seducción de la naturaleza incomprensible para alguien, no sé a quien, definitivamente a alguien. Como comparación: sí, me imagino que la naturaleza es mejor que el callejón repleto de basura y caca de un vagabundo diarréico; mejor que los asquerosos ruidos de la ciudad y tráfico claustrofóbico.
Bendita psicosis. Todos se desesperan por el relato que compraron, se esforzaron en aceptar la demencia colectiva. El significante narcisismo que ignora y se inmola dentro de la sobrepoblación:
el discurso individualista —fantasmagoría de la utopía.
Bendita juventud. Demencia acumulada. El reprimido deseo aprioristico de la eterna juventud y el desprecio a la putrefacción inminente del Ser, decadente imagen de la dignidad detrás de bisturíes, Botox, silicona. Prostitución transhumana. Un eterno deseo de la belleza efímera en el cuerpo inmaculado que se convierte en la paradoja de la experiencia, la imagen de Fausto degradado en la pantalla grande por actores y actrices vigoréxicos sin la sofisticación del ente eterno.
Bendita mediocridad, estupidez, apatía y decadencia intelectual. El medio cotidiano. La vida en el vacío existencial, día tras día detrás de un estoicismo con el pseudónimo de indiferencia. Catatónicos existenciales trabajando en “algo” y para “alguien” sin un Yo que se pueda satisfacer. Un hipócrita de tedtalk te dice que <<sí se pude hacer>>, la falacia por excelencia de los libros de autoayuda y pláticas motivacionales <<sólo se necesita actitud>>, actitud y un culo resistente para aguantar las filas y las firmas para sobrepasar la pesadilla Kafkiana y registrar todos los movimientos de tu vida privada y tardarte un tanto más en la profesional.
Benditas paradojas y bendito sinsentido y benditas discusiones del absurdo y bendita estupidez y bendita vida y bendito pesimismo pero bendito sea el optimismo y bendita ignorancia pero bendito sea el conocimiento y bendita la escuela y el fascismo preescolar, bendita imagen amplia que ve a la vida como un sinsentido, un escenario surreal o incluso hiperreal, el creyente lo adjudica a lo metafísico y el escéptico a lo meta-metafísico. En la vorágine de las paradojas, bendita sea el tedio y las zonas del confort y en el contraproducente aburrimiento bendita sea la espontaneidad y la improvisación. En el día a día bendita sea la rutina pero que se alabe con mayoría la fantasía y en la putrefacción del alcoholismo o el tabaquismo que se anhele el eterno retorno a la misma mierda de ayer.
Fotografía: Michelle Owen
A veces escribo.