A Frida, mi hija
y Eliza, mi musa

A ti señor mi Dios,
creador del tedio y de la angustia,
del todo y la nada;
injurio mi plegaria entre la polución.
Y ofrezco,
este efímero momento que de humano soy
para que escuches mi tribulación:

Pese a detestarla, te doy infinitas gracias por la vida y perdón por lo que soy. He pecado en pensamiento, palabra, obra y omisión. He blasfemado hasta la vergüenza, y sufro de gula en mi pensar. He dejado de creer y de sentir. Mas sin embargo, no a dejado de existir la fe que tengo hacía ti. ¡Y no por mí! -pues dudo aún, que mi alma envenenada ¡le concedas el perdón!-, sino por mi familia (Frida y Eliza), los únicos motivos reales para existir. Pues por lo demás -salvo la belleza irrefutable de tu creación, y el imperio de sabiduría que han construido algunos hombres durante su estadía en esto que llamamos vida-, no puedo sentir mas que aberración, desdén y apatía. Pues en tu divina misericordia, arrodillado clamo, la fuerza y el coraje necesario para soportar el exterior y apaciguar mi interior. Y así poder atravesar este inhóspito lugar para llegar a la verdad.

Amén.

Fotografía: Diana Reinoso