Sigue adelante. Supéralo. Que lo pasado sea pasado.
¿Por qué las palabras de sabiduría suenan como si te estuvieran despidiendo?
De regreso a los catorce años, llena de un tormento con la que sufría expresar.
Problemas que los adultos encuentran inconvenientes.
Seguro, no sirve de nada colgarse del pasado
y no puedes vivir una vida viendo al espejo retrovisor.
Asentaba la cabeza, “bien disciplinada”,
pero sabía que en mí las cosas no eran tan simples.
He crecido demasiado acostumbrada a mirar por encima de mi hombro.
Mi supervivencia alguna vez dependió de ello.
Supongo que mi mamá tenía razón,
“Un día te vas a quedar trabada así”.
No con una mueca, pero en la postura de un búho,
la cabeza girando en un círculo completo.
Los cazadores alguna vez me rompieron el pinche cuello,
pero no morí de eso.
Creo que sólo perdí unos cuantos cervicales.
Así que a veces la cago y me detengo en el pasado.
Hay cosas que no puedo dejar ir,
capas sobre capas, he crecido y me he fusionado con él.
Calcificándome y lentamente convirtiéndome en piedra,
estratificación hecha carne.
Ningún país se ha hecho más fuerte después de una guerra
y no te paras más derecho después de hacerte mierda la columna.
El cuero grueso no es inmunidad.
Es más, hasta creo que te hace más sensible.
No sientes menos, pero chingo a mi madre si no sientes más.
Cada hoja seca aplastada es un edificio colapsándose.
Es una maldición y un consuelo
saber de dónde vengo,
hasta podría seguir mis pasos de vuelta a ciegas y hasta mientras duermo.
Me he aprendido de memoria los sonidos del peligro,
el frágil tronar de una rama pisada.
Conozco el camino que conduce a la madriguera.
Y el dolor me ha enseñado que sí puedo sobrevivir.
Pero, no me pidan que me despelleje viva
para rendirme ante el pasado porque piensan que es muy pinche pesado.
Fotografía por Fragile Ruins
Al diablo con ser una dama.