Par de amigas

A las cinco de la tarde llegué a la cafetería y fui la primera en llegar, aunque difiriendo de mi amiga, únicamente en cinco minutos.

Elegí una mesa que estaba situada frente a una ventana, y cuya vista más próxima era un amplio jardín, de mucho pasto y pocas flores, pero a lo lejos relucía el lago, famosísimo, en donde había la posibilidad de navegar en lancha.

Cristal apareció portando pantalones negros, blusa floreada sin mangas, y al verme se quitó los lentes y su sombrero de tela, que la protegían del sol.

Nos dimos un ligero abrazo y un beso en el cachete.

Yo no entendía, ni antes ni ahora, pasados seis años, por qué un buen día ella se proclamó ante mí como lesbiana.

Desde ese entonces no le he conocido una novia y rara vez sale de antro gay. Es más bien callada y guapa, pero no muy coqueta. Estudiosa además y algo desbordada en eso.  Como que no puede controlarlo del todo.

Ella me platicaba:

“Creo que tengo problemas para burlarme de mis propios sentimientos y que sólo por mi ego, no reconozco cuándo es el momento en que no debo dejarme llevar por ellos.”

Le pedí que precisara qué es lo que quiso decir.

“Estoy harta de mí. Harta de las mujeres. De mi poca identidad sexual. Con lo poco que hablo sobre esto y cómo lo proyecto. Antes que yo pueda tener una novia que me gusta, mi prima de diecisiete años seguramente me ganará en ligue, poniéndose borracha en viernes y dándose a su mejor amiga…”

(Risas)

“A mí eso también me resultó muy fácil y no se lo presumí a nadie, pero una vez establecidas mi preferencias, debido a un puto romanticismo que a fin de cuentas a ellas ni les importa, de todas las nuevas chicas que conozco recibo gestos de desaprobación porque les choca la idea de que las quiera convertir. Ni siquiera eso es lo que quiero. Pero eso es lo que les viene primero a la cabeza.”

Tomé un sorbo a mi té.

“El amor debiera abrirnos puertas y no mantenernos encerrados,” dije.

Le divirtió mi comentario.

“Luego me hacen la finta de querer tener una noche; como que ese sería su sueño realizado de un sexo intenso que no podrían pasar por alto, pero nada más que les deje en paz sus noviazgos, sus planes para casarse y ser madres y ponen todos los peros del mundo para no comprometerse con una chica, aunque sea por un año vil.

…Si no es que ya son casadas o madres y entonces hay que hacer ver la posición responsable, madura y ocupada en que viven. Una posible relación sería un sometimiento a su circunstancia personal.”

Yo, en definitiva, no soy la persona que Cristal está buscando. Tengo novio y estoy feliz con él. No es una relación que yo cambiaría, aunque ella sea bonita.

“Pero eso sí, a los hombres no les niegan nada. Si con ellos cogen y las enamoran, entonces ellas no tienen miedo de aventar su vida patas para arriba. O es que ellos tienen algo que yo no tengo y es que mucho de la esencia de las mujeres les vale madres y más bien van a lo que van. Necesitan coger. Y para el resto de sus vidas prácticas saben prescindir de nosotras.

Yo tendría que aspirar un poco a hacer lo mismo que ellos, pero como soy mujer, además intelectual, es complicado. De entrada ellos, por ser hombres, tienen el siga. No hay preferencia sexual que cuestionar.”

También, mientras Cristal hablaba, yo pensaba que se quejaba demasiado. Llegar a platicar, y desde un inicio, transmitir la mala vibra.

“Parece ser mi obligación adecuarme a coquetearles mucho, observarlas todo el tiempo, seguirlas a la fiesta sin estar en su grupo directo de amigas, buscar coger sin esperar nada más serio y tener un trabajo más o menos ordinario.”

“Conozco a una chica a quien también le gustan las mujeres y no parece tener problemas aceptando ese rol,” mencioné.

“Me la paso ignorando a los chavos que apoyan mis propios proyectos, porque busco chica. ¡Que bueno; no es que me apoyen al cien por cien! Sólo lo hacen con respecto a lo que a ellos les beneficia. Que me atraigan las chicas, no está entre esas cosas. Incluso antes ellos buscan ligue con la misma chica que yo.

Pero si de dar celos se trata, ¿por qué no ando con un chavo bien, intenseando frente a las chavas que me gustan?”

Sonreí.

Era difícil hacerle frente a tantos disparates. Complicado saber qué opinar. Eché el cuello hacia atrás, y vi hacia el techo. Estiré los brazos. Miré a las otras personas.

“O es que si el dilema está en tener sexo o no tener sexo, ¿a poco no tener sexo con un hombre te hace más hábil en eso, que elegir no tenerlo?

Es decir, lo ideal es estar con una chica, pero si no las hay, ¿por qué me voy a quedar sin nada y dejar pasar los años hasta que tal mujer decida pasar una noche conmigo para que al día siguiente, nuevamente pase por alto toda mi realidad?”

A mí me daba igual si Cristal decidía volver a andar con hombres. Creía yo que le vendría bien. Pero cuando se lo sugerí, se mofó de mí.

Luego dijo:

“Ahí están mis conocidas lesbianas, que ni tan amigas mías son, para demostrar que noviazgos del tipo los hay y también felicidad.”

“¿Por qué no tienes un noviazgo con una de estas chicas que mencionas?,” le pregunté.

Fue inmediato ver que a Cristal se le deformó la cara y mostró una furia de la cual no externó palabras.

Fotografía: Alexis Vasilikos