He tenido cicatrices por demás.

Unas grandes y otras sin importancia.

Se han esfumado todas sin dañar.

Las manos en la pierna.
Las miradas con conversaciones inmensas.
Los golpes de lado con los hombros.
Las caminatas tomados de las manos.
El dolor en las mejillas calientes.

Mordidas.

En su lugar.

Hay cosas destinadas a alguien.
Las piernas calladas, pálidas, sensuales…
se mueven lentamente al caminar.

Saben a humedad, huelen a vainilla.

Las melodías van marcando el camino que debe recorrerse. Pisar lento el empedrado y sentir el olor a hierba fresca. Siempre con ritmo, siempre a tiempo.

Verde. Me he bañado y no se desvanece, ojalá se quedara así por siempre.

Morado. Puedo sentir la diferencia con la piel que no has tocado.
Quiero marcarlo,
con tinta y colores grabarlo.
El cabello lavado ha dejado marcas del amor derramado. Encuentro tan excitante el color que está corriendo por tu piel e impregnándose lento, sin querer,
y me besas como si nada hubiera pasado.

Rojo. Azul. Ha quedado marcado.
No eres tú y no soy yo, no te encuentro y empiezo a correr, me pierdo, no me creo y espero.

Te veo.

Me alcanzas acostada en la cama,
paso mi mano suavemente por tu cabello y lo entiendo todo. Me hundo en pensamientos,
cierro los ojos y duermo,
porque sé que me harás el amor abrazándome.

Siempre ha funcionado pensar en ti antes de dormir, así ocurren los mejores sueños.

¿Has visto mis piernas?
La cicatriz de tu amor se ha vuelto un suceso.

Fotografía por Patricia Ruiz del Portal