Mañana me van a llevar al manicomio.


Tengo que escribirlo para que al hacerlo pueda comenzar a creerlo.
¿estoy loco?
¿es real?
¿es un sueño?

Quiero decirte que yo no quería.
Los escuché decirlo. Lo murmuraron.
No sabían que escuchaba, como siempre.
Pero lo escuché todo, como siempre.
Quizá quiera, pero al mismo tiempo no, probablemente sea mejor que me asuman como loco para aceptar que el equivocado soy yo y no todo el mundo.

Los ministros,
los sacerdotes,
los adultos todos en el mundo.
Creo que los niños no lo están, se preocupan solo por lo importante de la vida: jugar y divertirse, pasarla bien y si no es así basta un enfado, un caramelo y volver a intentarlo.

Pero es que así lo he sido yo, siempre.
Buscado la sinceridad sin esconder la realidad bajo las apariencias, mis padres decían que lo importante es decir la verdad. Que la justicia era el camino hacia la paz y pareciera que el mundo nunca quisiera llegar a la paz plagado de injusticias.
Entonces creo que no debo temer.

No hay por qué llevar a un manicomio a un soñador.
Un soñador de tiempo completo.
O quizá por eso me quieren encerrar, por soñar demasiado.
Diagnosticado como loco por exceso de sueños.
Tratamiento: choques de realidad.
Ciérrenle los ojos porque sueña despierto.
Claro que no.


Los locos son ellos.

Fotografía por Ian Allaway