Así como en susurro, vuelve a mentir sobre el tiempo y la avaricia de la gente. Roba cada instante en el que las personas juegan a ser sinceras, donde se reemplazan por palabras fritas y vacías, sin chiste, llenas de manías y caricias falsas, sin rabia.
La falacia nos mostró la verdad. Una y otra vez volvimos a ser coherentes, caímos en la abstinencia de la juerga, nos revolcamos en verbos sin conciencia, como viles humanos justificándonos en nuestra propia suciedad mundana.
La existencia nos exterminó. ¿Qué es la conciencia? Hemos precedido de la falta de labia, reducido el vocabulario, convirtiendo a nuestro lenguaje en un juego de dardos.
Tan lento, tan presente.
¡Lo sabía! Comprendí todo aquella vez que te miraba recostado y a través del ventilador. Las aspas no dejaban de girar hasta que compartiste el aire con otra especie. Los dos, con tanta vida y tan ausentes de rima.
Nada, todo se sumergía en la velocidad arrítmica de la voz, el camino seducía a un destino aterrador y hermoso. La belleza nos decía una vez más que podíamos volar, pero dejaríamos de aterrizar, al menos tan lento como aquella primera vez.
Fotografía: Laurencja Zurek