La noche más cursi de mi vida

A una bonita muñequita de trapo.

«Te he estado pensando todo el día», decía parte del mensaje. Mis ojos se abrieron, me asusté; probablemente sea la psicópata de mi ex o alguien de Tinder quien no entendió lo pasajero del asunto. Ojalá sea un mensaje errado, pensé. «Mejor piensa en cómo tomar los medios de producción», respondí. Jamás imaginé que ella me enviase un mensaje diciendo tal cosa, sonreí como estúpido al descubrir el remitente y releer sus palabras. Por supuesto que no solamente manifesté aquella premisa marxista y, aunque hubiese sido aún más gracioso, seguramente lo habría entendido como indiferencia. Deben saber, a manera de contexto, que jamás en la vida he intentado ser romántico, a excepción de días previos a un catorce de febrero en que mandé a hacer un arreglo de flores realmente hermoso. Igual me mandaron a la chingada días antes y el arreglo jamás salió de la florería. Fuera de eso, nada. Mi visión por la vida es tan cruda como la de Pessoa. No obstante, anoche fue la noche más cursi de mi vida. Anoche salí con el remitente del mensaje.

Era domingo, si mal no recuerdo, tardé un par de minutos en buscar su perfil de facebook y le agregué. Aceptó mi solicitud y comenzó a hablarme. Breve. Quedamos en salir el mismo día. Caminábamos por la alameda después de visitar algunas sedes de algún festival de luces que no recuerdo, paseábamos de la mano con la confianza que existe en una pareja de años, nos preguntábamos cosas, nos detuvimos a escuchar bolero, bailamos, nos acurrucamos (¡bolero! Yo, que siempre he sido tan hater) y, conscientes de la ambivalencia en la confianza, la posibilidad siempre presente de separación fue nuestra única promesa: saber dejarnos ir cuando dejemos de ser felices.

Sí, nos habíamos visto ya antes, teníamos amigos en común y nunca conversamos a pesar de asistir al mismo seminario donde presenté una ponencia; salimos a festejar el último día de nuestro evento y siendo prácticamente desconocidos nos besamos. Ese fue nuestro primer contacto. Salimos a los dos días, cuando lo del bolero. Y a los dos días siguientes. Y a los siguientes. Y si es verdad, contrario a las masas, que disfruto del silencio y la soledad, en este preciso instante su compañía es mejor que mi locura.

Fotografía: Isa Gelb