Droga cósmica

Exijo saber quién es realmente, de dónde viene, de qué está hecho, por qué llegó y por qué sigue aquí. No me suelta y no quiero soltarlo.

Confieso que tiempo atrás consumí algunas drogas, más nunca algo igual. Esta es letal, veneno puro, dulce, tan adictiva que te hace querer siempre más.

Me mantiene viva y en las nubes, a pesar de la limitada dosis que ingiero. Un estupefaciente único y extraño, de carne y hueso, con sentimientos ocultos que difícilmente deja ver.

Puedo apenas describir sin volver a percibir, las sensaciones que lanza a mi cuerpo con tan sólo rozarme.

En un abrir y cerrar de ojos aumenta mi energía, me pone a flotar sobre el suelo, difunde la gama completa de colores a través de todo mi cuerpo, dejando destellos de luces girando en mi cabeza.

Con un respiro cerca de mi oído, reproduce todas mis canciones favoritas en cuestión de segundos. De él es el beso que con ansias siempre espero, el abrazo que por miles de horas más alargar quiero, la caricia que me eriza perdiendo el control sobre mí misma, el amante que entre sábanas enciende luces de neón sobre mi piel y funde su alma con la mía hasta hacernos uno sólo.

Quisiera nunca compartirlo, que fuera sólo mío, aumentar la cantidad de dopamina que deposita en mí y disminuir la ansiedad que deja cada vez que parte.

He intentado alejarme de este fuerte vicio, medicar mi espíritu, volverme inmune a él, irme lejos y pretender olvidar los efectos que produce, probar un nuevo alucinógeno que logre olvidarme de este. Ha sido inútil, he tocado fondo, me someto y acepto las consecuencias que vengan con ello.

Te regalo el mejor y más valioso de mis sentimientos, el único que te es fiel, te brindo todo aquello que te hace feliz, lo que nunca alguien te va a dedicar, te obsequio la mejor versión de mí; porque como a ti amor mío, no he amado, extrañado y deseado tanto.

Permanezco alucinada, con tus besos y caricias.

Si esto termina, nuestra condena eterna será: nunca más poder transportarnos a este estado constante de pasión y locura, que nos mantiene vivos

Fotografía: GORSAD.KIEV