Aquella noche el estruendo del más temible relámpago retumbo desde la montaña hasta el mar, permeándolo todo con su resplandor vivo y momentáneo, luego vino la suave y cálida brisa de unos dedos sin huellas digitales que contagiaron todo con una calma imposible, más aquel rose fue binario y se transformó en un monologo secular de cicatrices profundas, en esta… la sagrada novela estéril donde nada tuvo ni tendrá sentido jamás.
Fotografía: Dani Hensen