las matemáticas, los niños

Cuando era niño, al principio de la secundaria tenia un talento monumentalmente inútil, era bueno en las matemáticas, lo que ma facilito toda mi vida de escuela básica, y creo un conflicto enorme en casa cuando me decidí por una carrera. pero en la época de la secundaria asistí a concursos de matemáticas, que eran un montón de niños en un salón haciendo un examen complicadísimo para ver quien se equivocaba menos, recuerdo bien esa época, los salones, lo raro que me parecía los uniformes de otras escuelas, y las niñas lindas e introvertidas, a finales de mi primer año de asistí a un concurso que determinaba los mejores de la ciudad.

Cuando llegamos a la antesala de los salones donde seria el examen encontramos unos 60 niños envuelto en nerviosismo y estrés, todos ellos leían y releían las guías para el examen, mientras los profesores platicaban y reían despreocupados, entonces saque un mazo de cartas de mi mochila y convencí a los otros niños de mi escuela de que nos sentaremos en le piso jugar, luego tomamos la prueba.

Después de 4 horas de un examen catártico, tuvimos un par de horas antes de que anunciaran a los ganadores y/o se pasara a una ronda de desempate, en este momento salimos al patio, comimos, platicamos entre nosotros, ya estando todos mucho mas relajados, una niña de una grado arriba, se me acerco y comenzamos a hablar; me dijo que mis amigos y yo parecíamos muy seguros por jugar cartas antes del examen, que esposo muy nerviosos a todos y ofendió a algunos, platicamos un montón ese día, ella no era como ninguna niña que conociera, me hablaba, que para un niño gordo que va a concursos de matemáticas es algo rarísimo.

Se anuncio la vuelta de desempate, pasamos 9 niños, 3 por grado, entre ellos la niña que me hablo, para este examen me esforcé mas que para ningún otro en mi vida, apoyado en al idea de volver a hablar con esa niña. Esto fue antes de Facebook, las redes sociales y para mi clase social antes de que un niño cargara con un celular y como era de esperarse nunca volví a hablar con esa niña.

Fotografía: Dima Semenovykh