La sociedad del desasosiego. Mi problema: no ser como ellos

El problema siempre seremos nosotros. La sociedad seguirá cultivando aquellos prejuicios hacia las personas que son diferentes.  No ser como ellos nos convierte en manchas que deterioran el mundo de paz y armonía que la población dice “querer lograr.”

Si, soy diferente, pero eso no significa que mi horizonte se vea afectado y no pueda ser alguien en la vida, como otras personas lo anhelan ser. Uno de los derechos que tenemos las mujeres es ser las protagonistas de nuestras propias vidas. Y es por ello que a pesar de las críticas y las malas energías que algunas personas han depositado en mí, no he dejado de luchar por alcanzar la felicidad e independencia que merezco tener como individuo en la sociedad, aunque en ocasiones huela más a suciedad.

Mi rutina no difiere de muchas otras, me levanto todos los días a las 6 de la mañana a enfrentar un nuevo día, a perseguir aquellos sueños que tengo en mente y quiero alcanzar con paciencia, lucha y determinación. Soy una empresaria que no solamente fomenta ideas para la creación de nuevas industrias y negocios, sino que también para la igualdad de derechos y deberes hacia los individuos que tenemos una orientación sexual diferente a la que predomina. La misión como profesionales no reside solamente en desempeñarnos en nuestro campo educativo; los médicos no sirven solo para curar las enfermedades, los licenciados no sirven solo para educar a nuestros progenitores y descendientes, los ingenieros no sirven solo para fabricar innovaciones en la sociedad. Todos los profesionales nos formamos no solo para nuestro campo laboral, sino para nuestro comportamiento ético en la sociedad, lamentablemente, no todos tienen en cuenta su misión o alguna de sus misiones en este mundo.

Vivo en la ciudad de la Eterna Primavera; en un barrio ni muy basto para llamarle “olla” ni muy fino para salir de noche. Una comuna (décima) que me ha visto crecer y me ha ayudado a formar como persona, a pesar de que me discriminen por mi gusto hacia las mujeres, soy lesbiana.

Dicen muchos “las “areperas” solo vinieron a estorbar en el mundo y no a cumplir su verdadero papel como mujer.” Cuando creces en un ambiente donde la violencia predomina, los individuos pueden verse afectados, y si, dichos comentarios empezaron a afectarme, pero no por eso “tiré la toalla” dejando todo a la nada. El verdadero papel como mujer que algunos hombres creen definir es el de aquella chica que debe estar ahí con su marido, atendiendo a sus caprichos sexuales, siendo esclavizada en una casa donde los oficios se vuelven más tediosos, debido casi siempre a la falta de consideración. Las mujeres según muchos solo nacen para continuar la generación, ser las amantes de los hogares, criar a los hijos y aguantarse las infidelidades de sus esposos, cuando a ellos se les da la gana de vivir aventuras con otras mujeres, solo por querer probar “material de otra calidad.”

Mis padres fallecieron cuando tenía 14 años en un accidente rumbo a la ciudad, se tomaron las vacaciones en la costa sin pensar que el mar estaba dándoles la despedida porque no podrían volver a sentir la sensación de las pequeñas olas candentes que los golpeaban de manera templada, no podrían volver a sentir el viento caluroso que enardecían los ánimos, los cuales creían haber perdido debido al sofocante trabajo que tenían. Fue un duro capítulo de mi vida, mi abuela pudo sacarme adelante con esfuerzo, pero no le alcanzaba el dinero, no era suficiente para cubrir los gastos, cosa por la cual, lastimosamente, decidí vender mi cuerpo a cambio de tener un futuro, el que quería lograr, pero no de la manera esperada. Viene a mi mente un futuro que fue apoyado y aceptado por mis padres pero que, desgraciadamente, la vida me arrebató la oportunidad de vieran esa meta culminada, porque ya no están más.

Entre noches de lujuria con hombres que desligaban sus ansias fui descubriendo mi verdadera identidad. La plaza se había convertido en mi lugar de encuentro, mi punto de partida hacia el mundo de la prostitución. A pesar de que las obras de Fernando Botero (uno de los artistas natales de mi ciudad que más se manifiesta en el arte contemporáneo global) me acompañaban tardes y noches esperando aquellos servicios insaciables “justificados” por necesidad, no era suficiente para mí. Había tomado la decisión de vender mi cuerpo, un cuerpo que no le pertenecía a ningún hombre aunque ellos se creyeran el papel de monarca de una jerarquía en donde yo y otras muchachas éramos consumidas sexualmente y nos volvían sumisas por medio de sus peticiones. Las plegarias nunca fueron suficientes para rescatar alguna compasión o piedad de aquellos hombres consumidos por la lujuria. Éramos simplemente eso, unos cuerpos que se explotaron por la necesidad insaciable de tener un futuro que queríamos alcanzar, o al menos, mi caso era el más parecido a una alternativa de salir adelante de aquellos apuros en los que me encontraba.

Hombres que solo querían llegar al coito pensando que pueden causar orgasmos solo por el tamaño o grosor de su miembro viril. Hombres que solo pensaban en vengarse de sus mujeres por no cumplir su verdadero propósito como hembra en esta sociedad machista. Hombres que no llamaban mi atención y no me provocaban deseos o ansias sexuales como ellos creen que lo hacen. Hombres que pagan a prostitutas por un placer momentáneo, si es que al menos, se le puede llamar placer a forzar un cuerpo a cumplir órdenes humillantes y ser parte de esa inmunda ideología machista. Hombres que se creen machos solo por anatomía y no por autonomía ética. No me gustaban los hombres, no porque estuviera en las condiciones que estaba, sino porque simplemente no lo sentía así, veía mi vida amorosa al lado de una mujer y la veía no como algo que estuviera mal, sino como algo diferente, algo que me calmaba en ese momento porque siempre me sentí diferente de los demás, no solo en mi comportamiento sino en las verdaderas cosas que podía entregarle al mundo.

Me considero una mujer ideóloga, como ya lo dije, con gran capacidad para fomentar, defender, y promover las ideas que surgen, tengo las cualidades de una revolucionaria para expresar cuando me siento inconforme con algo, y precisamente esas capacidades, habilidades, y perspectivas de vida me llevaron a donde estoy ahora. A un mundo profesional, y aunque el camino ha sido difícil, no dejo de luchar por lo que en realmente me apasiona hacer y por lo que tengo que entregarle a este mundo.

Pude terminar mis estudios y continuar con ellos, ayudar a mi abuela que a pesar de sufrir una enfermedad terminal aun me apoya y me tiene en su seno sin importar las adversidades que nos ha tocado afrontar. A decir verdad, me he dado cuenta de que los abuelos, tíos, y otros tipos de familiares pueden ser nuestros padres y pueden cultivar en nosotros el bienestar que quieren para nuestras vidas, porque no importa que tan difícil haya sido la senda con ellos, las decisiones erradas no siempre son erróneas porque de ellas se puede sacar una experiencia de vida que posiblemente ayudara a otras, así como lo han hecho conmigo.

En mi adolescencia pude comprender que a pesar de que las mujeres sean prostitutas, esclavas, amas de casa, entre otras cosas, todas tenemos el derecho a vivir lo que en realidad queramos vivir o lo que la vida nos ponga en el camino para aprender ese modo de vivir. Todas merecemos el respeto a pesar de los errores que cometamos, y no merecemos vivir el papel de mujer que los hombres machistas tienen como definición. Y así, como somos mujeres, también son los hombres, también son ellos quienes se equivocan, y enmiendan sus errores con humildad aprendiendo de ellos, y así, como yo siento atracción hacia las chicas, hay hombres que sienten atracción hacia ellos, y también hay personas que sienten atracción hacia cualquier género, porque el amor no tiene ni debe tener límites, porque cada quien posee autonomía de amar o querer a la persona que nos llena el alma.

Si la suerte no se viera difuminada por la sociedad, podría existir un equilibrio entre los colombianos. Sin embargo, hemos sido cómplices y victimarios del desasosiego que vivimos a diario. Que mala suerte que la educación no ha podido ascender del segundo plano y la discriminación se haga presente en las calles; en las circunstancias urbanas que muchas personas como yo vivimos a diario. Que mala suerte que el problema radica en no ser como ellos, y no en ser como queremos ser. Que mala suerte que la sociedad se base en una cara bonita, cuerpo fitness y estrato social, pero, sobre todo, en una orientación sexual.

Hubo un día en el que cambiaron las cosas. Aquellos comentarios denigrantes se convirtieron en polvo al ver cómo iba avanzando por la vida, si, fui niña, huérfana, prostituta, pero ante todo, fui mujer y lo sigo siendo, y aquella “Arepera” que no tenía futuro demostró tenerlo sin tener que valer de nadie, sin tener que cambiar y obligarse a pensar diferente para obtener la aprobación de los demás. El desprecio puede ser lo más humillante que le pueden hacer a alguien y mucho más cuando es colectivo. Muchas de las personas que me criticaron en la comuna, sabían mi verdadera historia, y nunca tuve que depender de ellos para salir adelante, y eso es lo más gratificante. Cuando fui prostituta, conocí a chicas con historias y vidas distintas, algunas por necesidad, otras por voluntad, pero eran chicas que a pesar de tener mucha experiencia de este ciclo al que llamamos vida, tenían un fuerte carácter y nunca olvidaron lo que en realmente son.

En la actualidad sigo viviendo con mi abuela, somos felices en una comuna donde los comentarios que iban y venían se convirtieron en polvo, donde mis metas culminadas y proyectos en desarrollo van avanzando como debería ser, con problemas, dificultades, altibajos, pero ante todo con paciencia y determinación. Algunos dirán que es deshonestidad o envidia, algunos se justificaran diciendo que me tuvieron lastima por mi vida de lujuria y mi orientación sexual, pero lo que en realmente sucedió fue la voluntad de seguir luchando y no dejarme desestabilizar como ellos querían que lo estuviera. ¡VENCÍ!

Mientras unos le echan la culpa a la ausencia de mis padres que no supieron educarme, otros dicen que mi instinto de puta hizo cambiar mi forma de ser. Si, soy lesbiana, o puta, qué más da. Una lesbiana que cruza el Parque Berrío y aborda el metro todas las mañanas para trabajar en una oficina 8 horas diarias. Una lesbiana que camina por las calles de la ciudad y pierde la cordura de vez en cuando con esos amores pasajeros. Una lesbiana que es puta de vez en cuando con esos amores urbanos. Una lesbiana que ayuda a los indigentes de las calles, que come, habla, estudia, socializa, y ayuda sin nada a cambio a quien lo necesita de verdad. Una lesbiana que comprende a las mujeres de vida “fácil” que se paran en las esquinas esperando por hombres que se creen caballeros por una noche de pasión a cambio de dinero. Una lesbiana que también sufre de desamores, desilusiones y traiciones. Pero ante todo, una lesbiana que no deja de ser mujer por el hecho de querer tener en su vida a otra mujer, por el hecho de tener la esperanza de algún día encontrar a una mujer con la que pueda realizar su vida amorosa.

Y de la misma manera que soy una lesbiana, también hay otras más, no solo aquí sino en otras ciudades, países y alrededor del mundo. Lesbianas con vidas similares o muy distintas a la mía, lesbianas, pero mujeres al fin y al cabo. Y también hay hombres que viven de discriminación, y personas que deciden ser el género contrario al que nacieron, y personas diferentes que merecemos ser respetadas porque no tenemos ni somos manchas que perturben las vidas de los demás.

Podemos querer, amar, y ser quienes queremos llegar a ser sin necesidad de categorizarnos o ser vistos como escorias que puedan dañar el mundo. Si en realmente la sociedad quiere vivir en paz y armonía debe empezar por dejar los paradigmas de discriminación, deben aprender a dejar de lado los prejuicios y comentarios ofensivos hacia las personas que tenemos una orientación sexual diferente. Aquella “Arepera” y aquel “Marica” puede ser tan intelectual e inteligente como aquella persona que decide denigrarlo.

Desde que tengo memoria, me he dado cuenta de que algunos les echan el problema a la educación en el hogar, a la influencia de las amistades en la etapa de pubertad. Algunos podrían creer que es moda, cosa televisiva o incluso artística por los personajes homosexuales de la historia, sin embargo, yo creería que es culpa de la sociedad. Para ellos, el problema siempre serán esta clase de personas, pero tal vez, no entender a estas personas sea siempre el problema.

El problema son sus estrechas mentes, el problema son ellos, NO YO.

Fotografía: Anton Fadeev