Aparecimos de repente. Quizá me habrías mirado al miso tiempo, podría apostar que también pensaste en asaltarme, pero en cautela te confiaste.
Ya eras parte de mi tablero, sólo había que esperar a que el resto moviera el juego. Y te acercaste. ¿O fui yo quien terminó por abordarte? Implosión de sensaciones, un tilde de curiosidades me hacías recelarte.
En medio del hastío acogimos -al comodín-, cuál natural e inevitable ciclo, nos fuimos observando (acercando).
No supongo fechoría en nuestras ideas, pero sí evidencio la pretensión descarada con que nos mentimos. Y acotamos las distancias y diluimos las confianzas y tan pronto te volviste irreconocible, por escribirle a esta dama… nadie lo dijo, no necesitamos de obviedades.
Tome a bien su fortuna, dígame adiós sin pena, aunque crea que no me duele. No es que me conforme, mucha gloria es que sabré como atesorarte.
Enterrarte.
Fotografía por Tatjana Suski? Ninkovi?