Salí por una puerta muy calientita a conocer la vida. En los próximos seis días, SAMO y el renacuajo que era yo, experimentamos las primeras y últimas sensaciones de la vida. 

A mí me llenaban de besos toda persona que me tomaba en sus brazos, dándome cariño y calma. Mientras SAMO estaba en Nueva York entre sus dibujos, pinturas, alcohol, comida gourmet, ropa sucia, dólares escondidos entre sus libros, discos de jazz, pinceles sin limpiar, libros abiertos, llantas pintadas, postales, diarios, drogas, jeringas, risas, gemidos, lágrimas y televisiones prendidas. 

Llegó el sexto día y como diría Fab Five Freddie:  “he aquí una canción para el niño radiante”.

Fotografía por Martin Canova