Me vuelvo a ahogar en lágrimas, en emociones reprimidas que emergen del fango. No me reconozco, ¿he de reconocerme? ¿He llegado siquiera a conocerme? Hoy no soy más que un tenue reflejo de alguna imagen que se ha perdido en la infinidad del universo. Me estoy consumiendo lentamente, he dejado de importarme nuevamente. Este vacío en mi pecho es un hoyo negro que me está devorando salvajemente, le he alimentado con falsas sensaciones, con falsas ideologías que me he autoimplantado para poder sonreír con una mueca más convincente.

Una voz me pregunta: “¿A quién intentas imitar?”. Tal vez estoy intentando imitar la imagen que tengo de mí misma, pero hoy no es una imagen futura, es una imagen antigua; un personaje que creí haber asesinado y guardado en el baúl de los recuerdos. Aún así está aquí, escribiendo para mí misma… Siempre me satisface tener a quién escribir, así las palabras nunca lleguen a su dueño, parece que hoy no tengo ganas de escribirle a otra que no sea yo misma.

No soporto seguir escribiéndome y leyéndome… Todo es tan artificial, todo tan viejo, tan estancado… Un olor putrefacto invade mi presente.

Fotografía por Denis Ryabov