Escribías poco y decías mucho con ese silencio.
Pensé que el día que volviéramos a cruzar palabra, sabría que decirte, pero no fue así.
Alguien un día me dijo que nadie vive en la mente en vano y sin razón.
Yo dejé que fueras inquilino en mi mente, viviendo sin aportar.
A cualquier hecho un poco afortunado somos capaces sucumbir por imperiosa necesidad de que el almacén del demonio, la mente, no permanezca vacía.