Dejé por completo de escribir durante todo el invierno y un poco más también. Im done, me encanta esa frase, esas palabras unidas indicando que suficiente de eso, que suficiente de ese hábito autodestructivo de pelearme con mi novio por boludeces domésticas. Dejame ser grito por dentro. Ya sos demasiado vos, no te parece? Diría el hombre alto de porte frío, tosco y lejano a las mañas egocéntricas de la ciudad, que cuando se deja ver es más dulce que todo lo dulce que conocí. Desde siempre escribí porque habían cosas que tenía que decir, que subrayar de manera romántica barra trash, que escupir en mi propia cara, para sentir mejor la vida, más cómoda o con más gracia. Porque cuando escribo hablo por mí y logro escucharme, me registro, me identifico, me agoto, me asfixio, me entiendo y a la larga me acompaño, me doy la mano y aflojo relajando los hombros y el entrecejo. Las cosas que observo y por alguna razón se me pegan a la retina, se compactan en una lista cerebral de escenas imprevistas de la vida cotidiana, como la vez que me quede encerrada en el subte y nos tuvieron que venir a sacar los bomberos con hachas y vestidos de rojo, y todos aplaudimos y con una señora sentadas allá abajo entre piernas de extraños sacamos el cálculo de que por el vagón en el que estábamos atrapadas, si impactaban por detrás o por delante la íbamos a sacar barata por estar en el medio y no en las puntas.
Mis pensamientos ansiosos, que me ridiculizan y exageran sin que yo haya dado el okey, casi siempre podrían transformarse en encuentros citadinos entre dos personas en un café hablando sin parar del mundo, de ella, de él, de sus éticas y su políticas. Vidas que se toman muy en serio y después se desvanecen ante circunstancias drásticas que los absorben, ante un amor que te succiona, ante algo que los despista de sus propios problemas como una madre demandante, noches que no se terminan y vuelven a empezar. Las historias resuelven, solucionan, explican, emocionan, te distraen, te retuercen y te dejan a veces lleno ese hueco que todos tenemos en el alma, porque no sabemos tanto y necesitamos encontrar puntos de contacto, de decir si tal cual y rectificar que traumas tenemos todos, que todos tenemos issues rimbombantes que colorean nuestra biografía. Las historias te muestran eso, elipsis de la vida de alguien que atraviesa una cuestión, muerte, amor, deseo, de eso se alimenta el humano, por eso lucha y por eso llega a lugares tan extremos que visto desde una butaca son hasta cómicos. A todos nos pasa lo mismo pero con detalles que nos hacen más queribles o más odiables.
Fotografía por Santo