Nos encontramos en medio de la nada con la idea en la que jamás nos íbamos a volver a ver, y nos encontramos perdidos con otras historias. Te sinceraste con lo que jamás quisiste decir, y confesé todo el odio que te tenía.
Se perfectamente que si tengo que huir de un lugar es porque estás tú, porque sabía que no quería tenerte en mi vida, pero me alegraba verte después de tanto tiempo. Llevábamos un año tratando de evitarnos, yo no quería saber por qué todos tus problemas fueron expuestos contra mí y eran el mecanismo perfecto para que entendieras tu compleja existencia. Fui el medio por el cual te diste cuenta que te odiabas –pero como no odiarte– si todo en ti era incierto y con malas intenciones por entretenimiento propio.
Sin definiciones acertadas, mi rencor se sustenta en experiencias previas, pareciera que a veces adoptamos un comportamiento que va en contra de lo que somos para soportar esos desequilibrios mentales; entre alejarnos de cualquier cosa que nos recuerde el odio y el tipo de repulsiones que nos provoca al recordar como éramos con esa persona, como si fuera nuestro método de defensa a todo lo que nos toca en vida. A veces no somos fieles a lo que creemos porque –lo que sentimos se vuelve más real– tal vez porque toma más fuerza y es lo único que nos queda en esos momentos, pero no siempre coincide con lo que realmente somos.
Y sí, el rencor fue el protagonista en todo esto, y también sobre ese perdón que jamás se pudo decir y sostuvo por mucho tiempo varias acciones. Esas acciones originaron otras historias y otras personas innecesarias en mi vida, sentía que me vengaba de ti, pero solo me hacían valorar el maldito pasado incierto –y es incierto por eso, porque jamás se pasó por el suceso– por ningún perdón y ningún olvido.
El rencor termina convirtiéndose en un centro penitenciario, donde puedes escoger el dolor y la ofensa por el resto de los tiempos o llevar libre de un castigo injustificable toda la vida. Al final todo lastima y todo hace una herida que duele, pero jamás va a doler como el rencor que nos construimos. Solo fue un perdón que jamás se dijo, y el pago justo es la decepción propia por no olvidar.
Aún con un ateísmo se le rendía un culto secreto a esa historia y una fe ferviente, justamente dañar todo algoritmo de acciones dentro de mí por un rencor no reconocido, también fue el problema y quererlo explicar ahora a partir de eso se convierte en un auto sabotaje. Se debería de ser como las demás personas, entre perdonar y olvidar, para que siempre te equivoques de eso.
Fotografía por Santo
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