El ruido

-¿Puedes escuchar tus pensamientos con tanto ruido?
-No, no puedo y lo odio, no hay nada que valore más que la paz, el silencio, escuchar los latidos de mi corazón, el hinchar de mi respiración, la amplitud del espacio, la dulce melodía de mis pasos.
Últimamente, intento escapar de los ruidos, de la ciudad, de mi hogar, de mis propios pensamientos, es tan esquiva la paz cuando piensas de más.
Hay un torbellino que no me suelta, me arrastra con violencia, no me puedo concentrar ni siquiera en la soledad de mi cabeza.
Buscar el silencio es como correr en un supermercado en súbito apagón, confusión, preguntas que se gritan, misceláneas golpean el piso.
Cuando niño creía que la oscuridad guardaba el silencio, hoy lo creo más que nunca, lo guarda con recelo, cuál dragón al oro, cuál madre a hijo, cuál adicto al crack.
Últimamente, la oscuridad no me comparte su silencio, no me siento más en calma con las luces apagadas sentado al borde de la cama, escucho los televisores a lo lejos, los autos en la calle, conversaciones que no debería escuchar, ya no escucho a las cigarras cantar, solo mis propios jadeos en plena ansiedad.
Este cuarto oscuro es un supermercado en pleno apagón.
-¿Quieres un cigarrillo?
-Sí.