Fallar nunca había sido tan inspirador.
Caerse nunca había sido tan necesario.
Sobreestimar el espiritu hasta lo mas profundo era una carrera indispensable.
Lo felices que podemos llegar a ser en este momento no valdría sin lo miserables que fuimos algún día.
Habernos hundido, habernos escondido en la sombra más oscura y expuesto a la luz más acaparadora; nada de este equilibrio tendría sentido sin todo ello.
En nada podríamos creer si no supieramos que lo hemos ganado.
Que valió la pena correr y darse su tiempo, que todo fue de justa medida, pero que nada habría salido tal y como ahora lo conocemos de no haber sido por cada vez que salimos de la cama.
Y cuento con los dedos de mis manos todos los días que estoy dejando ir de entre las mismas, a la vez en el que me repito que este podría ser el tiempo que jamás voy a volver a tener para perder como yo quisiera.
Así que lo disfruto.
Fotografía: PJ Wang
Soy Una, aficionada al cine y a la música suavecita.