El derroche de lo inevitable

Me encontré recordándote.

Pensaba en el pendiente que olvidaste, aquella madrugada en que silenciaste a las hélices. Pensaba en el momento en que corriste descalza porque un dron nos había espiado por la ventana.
Pensaba en cómo nuestras manos se atraen todo el tiempo y en cómo, al separarse, sólo provocan eco.
Pensaba en aquél día que nos vimos por primera vez después de tres meses de cuarentena: traías contigo rábanos que cosechaste en el jardín de tu madre.
Pensaba en tus brazos en el reloj y mis talones boca arriba.
Pensaba en mí, guardándote suspiros y reclamándote conmigo.

¿Cuántos de esos recuerdos borraría Charlie Kaufman de mi memoria?

1,968 besos no fueron nada en comparación con las consecuencias.

Ya sabes lo que dice: “Realmente sólo hay un final para cualquier historia”.

Fotografía por DIADA