Tenía ganas de escribirte algo, aunque ni sepas leer, aunque ni lo leas en algún futuro.
Eres muy lindo y gracioso, muy inocente y muy pequeño. Me has enseñado mucho. Hablaré de ti como una persona y con el respeto que mereces, aunque, tal vez se me escape la ternura y te diga que eres mi pequeño, mi bebé.
Reniegas mucho, a veces causas gracia, a veces me llevas al punto de la desesperación, a veces nos divertimos demasiado.
Tu no lo sabes, pero muchas veces me has salvado del dolor de sentirme sola, con tu imparable energía y tu risa contagiosa. Eres mi compañero aunque a veces tenga ganas de apretar el botón de apagado que, seguramente, no hay en ti.
Le temo a que crezcas y a que dejes de darme amor, porque viene la niñez, pero luego la adolescencia y estarás más en chicas, videojuegos y fiestas; que en el play – doh y los juguetes de acción.
Quiero que las oportunidades no te falten y quiero que crezcas como persona y no seas alguien más del montón, quiero que resaltes por tu bondad y no por la cantidad de dinero que tengas en la billetera, quiero que te enamores de alguien que te haga sumamente feliz, quiero que estudies y llegues lejos, no quiero que te pierdas, no quiero que seas preso de las ideologías erróneas de la sociedad, quiero que seas libre de pensamiento, quiero que trates bien a las mujeres, quiero que alguien se sienta seguro (a) a tu lado y no con miedo de que les hagas daño, quiero que estudies algo que te apasione y si algún día vas por el camino equivocado quiero que te caigas, aprendas y corrijas tus errores con sabiduría y sin temor a nada, quiero verte ser feliz.
Te quiero mucho, Domi.
Fotografía por Stanley Bloom
Escribo mal.
Escribo acá solo para dejar de aburrirme de la monotonía de vivir.