La fauna universitaria es fascinante; los ruidos que emiten son irritantes como diversos. Se trata de un foro sobre filosofía y política, la penúltima ponencia todavía no arranca. En la mañana, el discurso de apertura fue pretencioso a más no poder, total, la inconformidad nos hace enamorarnos de ideales que luego no sabremos cómo honrar. Los estudiantes más listos rieron, los que eran todavía más listos simplemente guardaron silencio.
Sobre la tarima se encuentran un decano de la facultad y una escritora de unos treinta y tantos o unos cuarenta y pocos. Se preparan. Él es calvo, algo arrogante y áspero; ella no posee un rasgo que llame demasiado la atención, lo cual es raro, quizás sea una gata histérica. Están sentados, lucen un poco cínicos. Beben agua. Juguetean con los micrófonos.
Las primeras filas están habitadas por profesores optimistas, estudiantes con escarapelas, poetas mediocres y por alguno que otro técnico de sonido. El tapizado de las sillas es bastante moderno, tiene la extravagancia impregnada en su diseño y en su olor. El aire acondicionado está al límite de su capacidad, las luces de las lámparas del techo parecen debilitarse por momentos.
A mi lado, Luis abre una lata de gaseosa.
—Aquí no se puede beber —digo.
—Ya.
—Dame un trago al menos.
—Por supuesto.
Las burbujas de dióxido de carbono indisponen mi débil estomago. Siento un arañazo en la parte baja de las vísceras, me retuerzo un poco.
—¿En dónde compraste esta mierda? —digo.
—Está buena… ¿Verdad?
En la parte trasera del recinto hay un baño mixto con estupendos azulejos que no se arruinarían ni con tres litros de mi vómito. No voy, aguanto. Mucho trecho por recorrer, muchas caras que no quiero ver y pocas garantías de una resolución satisfactoria. La piel de mi rostro hormiguea, comienzo a inhalar y exhalar con lentitud, un pequeño calambre recorre mi espina dorsal.
Dos filas más debajo de mi posición, una boca apura una risa que hace callar al mundo entero por un segundo, una cabellera negra se acomoda al lado izquierdo de su respectivo espaldar, el brazo que lo mueve es de un tono que me resulta conocido, el perfil coincide.
Saco mi libreta y el lapicero, escribo una nota que parece algo tonta y la rasgo. Intento de nuevo, decía algo más o menos así:
Estás tan radiante como en el día en que te conocí, ojalá te animaras a conversar apenas termine esta sesión del foro. Te he extrañado como no te alcanzas a imaginar…
J.J Mendoza
Codeo a Luis.
—Llévale esto, por favor —digo.
—¿A la morena de periodismo?
—Sí.
—¿No estaban peleados?…
Las luces se apagan, guardo mi libreta, la colocó en el bolsillo más pequeño del bolso. Saco una menta, la chupo con nerviosismo.
Luis entrega mi recado. Ella lo lee un par de veces, se ríe, luego arruga la pequeña hoja de papel y se lo guarda en el bolsillo del pantalón. Su trasero ha crecido. Pienso en la primera ocasión en la que le eche el ojo a su lindo culito. Era un día gris en el que no se podía saber si eran las ocho de la mañana o las cinco de la tarde. Yo estaba en un parque del norte de la ciudad, un sitio común para muchachos con demasiado tiempo libre y poco talento. Ella apareció sentada en mi banca favorita:
—Nena, creo que te has equivocado de sitio —le dije.
—Y tú te has equivocado de parque —respondió.
El tono casi arrogante, la mirada casi coqueta. Desde el principio la crueldad era un lugar común de nuestro lenguaje, todo formaba parte de una broma sosa bastante larga.
Me enamoré de ella antes de conocer todas sus implicaciones.
La gata histérica inicia su intervención, es una feminista radical, sus convicciones me resultan bastante nobles, pero la ejecución que presume haberle dado me parece… poco elegante. Ha escrito un par de libros, seguramente estarán cuidadosamente dispuestos sobre una mesa Rimax en la salida del auditorio, seguramente serán absurdamente caros ¿Y si me robo uno?, total, a veces he robado libros que no leeré. Robar por robar.
Puedes tener toda la razón del mundo y seguir siendo un idiota poco práctico. La verdad no es un patrimonio personal, si no tienes el suficiente tacto para convencer y educar será mejor que le dejes la tarea a alguien más.
Estoy en la cafetería, al lado del auditorio, he salido del foro por varios motivos y ninguno de ellos es relevante. Fumo, mi marca favorita desaparecerá del mercado en un par de semanas. Trato de acostumbrarme al sabor de los Chesterfield.
El Decano calvo pasa cerca, lo saludo, asiente con la mirada. No es ni mal tipo, sólo un poco arisco. Habrá querido librarse de la última ponencia. Tanta abstracción aburre…
Alguien en la fila comenta:
—Ruth es una genio contemporánea… me compré una copia de todos sus libros, ojalá salga pronto para poder hacerme una foto con ella…
—Deberían invitar a más personas de su calibre, le haría mucho bien a esta universidad —comenta otro.
Me estoy alejando lentamente, no estoy caminando hacía ninguna dirección, no cabalgo ni monto sobre nada. Me alejo pensando, mi cerebro es un satélite en caída infinita.
¿Qué haría si tuviera a la inteligencia y a la belleza frente a mí, a pedir de boca? Probablemente boicotearla. No soporto tanto…no, cuesta mucho sostener el ritmo, pesan mucho esos ideales que no sabemos honrar.
La mediocridad nos acecha en todas las esquinas.
Alison pasa a unos metros de distancia.
—¡Nena!… espera…
—Vete a la mierda, Jota.
No había visto al sujeto que la escoltaba, quizás sea su nuevo novio, es alto, es un deportista. Lo provoco, vacila un poco, doy el primer acercamiento, sólo una caricia, vamos. Nos peleamos por un corto rato. Yo pierdo, sangro. Me echan de la universidad, han llamado a la policía pero sé que no pasará a mayores. Solo dos chicos peleando porque uno de ellos incomodó a la chica del otro, un clásico de las comisarías para menores de edad.
Los policías me llevan a casa, estoy en la entrada. Los moretones de mi cara duelen, todavía palpitan. Alison me ha dejado y ya no hay remedio, no lloro, aunque quisiera, ya no me sale… ¿Tan malo es que le haya mentido respecto a mi verdadero empleo?
Ser adulto implica asumir ciertos riesgos y ciertas responsabilidades muy incomodas.
Fotografía por Stanley Bloom
Cristian Felipe Leyva Meneses (Armenia, Quindío, Colombia,1997… ? )
Aprendió a tocar la guitarra y a escribir poemas más allá de sus probabilidades. Algunas revistas estuvieron dispuestas a seguir su juego: ERRR Magazine, Seattle escribe, Himen, Palabrerías y otras. Ocupó el segundo lugar en el V concurso departamental de cuento Humberto Jaramillo Ángel; fue invitado al XI Festival internacional de poesía de Manizales y al XXXVI Encuentro nacional de palabra, ha participado en varias antologías de microrrelato, cuento y poesía. Actualmente cursa una licenciatura en Literatura y Lengua castellana, además de organizar conciertos y recitales poéticos