Confesión

Te escribí una carta, corazón.

Diciendo que siempre no,
que no podía traicionarme y que no era lo mejor.

Debí estar en los momentos más cuerdos de mi vida, y,
al mismo tiempo,
en los más pendejos.

Ahora que nos vimos pude decir lo que siempre,
lo que siento.

No estás lejos
y no te alejas ni dos pasos
porque no es lo correcto.

Somos uno.

Somos vicio y destino,
somos carne y fuego,
somos amigos y amantes,
somos nada y me encanta.

Siempre me gusta pensar en lo que no debo hacer y decirme que lo mejor es hacer tal cosa, aunque la segunda voz en mi cabeza, que es la más sincera, dice otra cosa.

Hay un debate en mi mente que se revuelve en un simple triángulo en el que ninguna esquina gana, ningún ángulo decide. En el que siempre alguien pierde.

La carta era muy larga y estúpida, realmente no decía nada, y nada dejaba en claro mi sentir.

Siempre nos imaginé así,
aunque en esos destellos todo era más bonito y obviamente nada dolía ni un poco,
ni siquiera era difícil y no importaba mucho.

Pero ahora aquí…
Estás tragándote mis sentimientos,
estás consumiéndome de a poco y voy perdiendo.

Vamos perdiendo algo.

Sé que podría hacer cualquier cosa por poder hablar contigo cada noche.

Que podría esperar semanas enteras para escuchar tu voz serena.

Que podría comprar una empresa y quedarme sin nada, dártelo todo a ti.

Tú sabes.

No te vayas aunque duele tenerte.

No te vayas porque no sé vivir sin tenerte.

Fotografía por Richard P J Lambert