Chau Número Veintidós

Nunca pude responderle el último e-mail. Ni he vuelto al sitio donde nos dejamos para ver si me ha desbloqueado. Desde que tomamos caminos separados, jamás volví a estar escondida detrás de un en línea a las 2 am, esperando a que apareciera.

He dejado de coleccionar los 22 del calendario y desde entonces dejé de tener frio.

Nos perdimos veintidós veces.

Me perdí de sus días y de su vida industrial. Me perdí de sus alegrías, de sus orgasmos, de su música, de sus miedos y de su ansiedad. Se perdió de mis días y de mi vida tan anormal. Se perdió de mis nuevos gustos musicales, de mis alegrías, de mis orgasmos, de mis miedos y de mi ansiedad.

Lo último que me dijo fue que nuestra historia había sido como una montaña rusa.

Subidas y bajadas.

Pero ¡Sorpresa! terminamos vomitándonos en la cara.

Recuerdo cuando solía preguntarle ¿Qué me hace falta para ser perfecta? Y siempre respondía “nada”.

Me confié de su “nada” y después me dejó ir porque siempre le resultó más fácil pronunciar la palabra “irse” que “quedarse”. Midas tenía razón cuando me explicó que a veces elegimos el camino difícil porque creemos que para lograr cosas importantes debemos tomar la ruta larga pero solo conseguimos castigarnos, sobre todo cuando no estamos listos para aceptar el problema.

Ahora entiendo, quedarnos era el camino más difícil. Decirnos chau, la ruta más fácil.

Fotografía: Alexis Vasilikos