El aroma a lavanda entraba por la ventana, sobre el sillón tibio todavía estaba una copia del discurso que pronunció Thomas Bernhard en marzo del 68, siete meses antes de que Sara llegara en un vuelo a Salzburgo.
Terminó de beber una copa de jugo de manzana recordando su niñez entre los manzanos del jardín de su abuela y esos tacos de salpicón del mercado municipal de Cuautla cuando el teléfono sonó.
Y por medio de una llamada de larga distancia supo que junto con su madre, la esperanza de un último abrazo en cincuenta y dos años: todo se quemaba en un crematorio.
Colgó el teléfono.
Y antes de que terminara la canción de su álbum favorito de Sonic Youth, gritó:
¡Pinche coronavirus!
Fotografía por Anastasia Boichuk
Soy artista sonoro, y soñador mexicano,
frecuente colaborador en sueños ajenos.
Subo montañas y escribo palabras.