Le llevábamos envuelto en abrigos, metido en una bolsita de plástico. Nadie notaba que llevábamos ingratos los ojos y no marihuanos.
El inmenso achicopale era des-proporcional a tu pequeño ser. Nos quedaban solamente bromas pesadas, negras, espesas, como hueso de pollo atorado en la garganta.
Vaya esquizofrenia que nos acompañó en el camino; llorando por lo que nos hizo felices, y ahora riendo, burlándonos de nuestra actual tragedia.
Neófitos en despedidas olvidamos la vida práctica y, sin herramientas, entre carcajadas y frustraciones abrimos un hoyo en la tierra, asediados por darle el mejor descanso al morfo que tu alma poseía. Y… también para evitar estar cerca de la putrefacción y… porque el camión de la basura no parecía ser digno de fungir como tu coche fúnebre.
Justo cuando intentábamos darte el mejor adiós fugitivo, un adiós de regreso, un adiós de bumerán, un “derra” , caímos en cuenta que el agujero no era amoldable a tu cuerpo estirado y tieso. Otra vez, muy novatos para la tragedia, que ahora se nos figuraba mas a un mal chiste de stand up, de esos que ofenden a varios, y hacen reír a otros tantos.
Riendo fuerte, muy fuerte, tan fuerte, casi con la misma fuerza con que caían las lagrimas, que era la misma con la que te retacábamos en el hoyo, esquizofrenicos, le hablábamos a la tierra, a las piedras, como si algo en tus patitas pálidas y tus ojos torcidos, aún nos oyera.
Cortando flores, jugando a ser humanos. Te dijimos “Cámara, Gato Blanco”
Fotografía por Martin Canova
Muchacha de colores y zapatos cómodos para bailar. De boca impertinente, temerosa y tartamuda. Cabellos necios y chamuscados. Nunca musa.