No me siento segura, no estoy siendo practica y sensata desde aquel primer día que desee convertirme en número…

No debo pensarte de esta manera, simplemente no es correcto.  No por mí sino por ti, eres aquello que mi moral indica que es prohibido.

Eres aquel poema que radica en mi corazón y aún no está escrito.

A veces, dudo y temo que mi amor no sea suficiente para ser parte de tu galaxia, otras tantas reconozco que soy yo el problema porque continuo pensando en huir de la posibilidad de una vida contigo, esta idea se vuelve en una nueva forma de destrucción pues me sigues gustando, justo ahora cuando parece que no hay tiempo.

Tu sonrisa se acerca violentamente para convertirte en un problema cuando solo me gustaría saber que te sientes como yo, sin prever las consecuencias.

El problema: Un hombre y una mujer ¿podrán sentirse dos?

De alguna manera el problema no resulta tan complejo pues, sé que contigo puedo rescatar la eternidad del amor: Tú, un rayo de luz que no deja en paz al invierno, con impaciencia y dulzura atacas los sentidos.

Sin más provisiones que tu sonrisa emprendo un viaje al porvenir, tomo tu mano para arreglar los acordes de la primavera al materializar sueños imposibles en un beso, ya no hay miedo en lo que sos y en lo que podemos ser, una lógica dictada por el corazón advierte que el amor es una fisura en el sentido.

No hay nada que lamentar: estoy queriéndote.

Aún no te conozco del todo y sé que ya eres parte de la ecuación, te observo, suspiro y me doy cuenta que el único error existente es dejar la incógnita en nuestro amor.

Nos falta despejar las dudas del número dos.

El destino con quinientas preguntas y 25 años sin ti, me indica que no se puede rebobinar el tiempo, que aquello no nos hará despertar juntos cada mañana, sin más que pensar, me aferró a ti y a una realidad dispersa, de la misma manera en que respondes a mi corazón apesadumbrado con un nuevo lenguaje.

Soy el número cero buscando ser uno.

Fotografía por Pierre Wayser