Allen Ginsberg celebrando efusivamente una canasta
durante un partido de los Mets.

Bill Gates a bordo del Delorean agitando un brazo y
gritando: “volveré”.

John Smith tratando de convencer a Pocahontas con la
frase: “Me defino como un ser que no sabe definirse”.

El barón rampante, ya cerca de la noche, les dice a las
ardillas: “me voy a dormir en mis laureles”.

Paul McCartney en bici, se despierta y soy yo y tuiteo
estos sueños.

Ernest Hemingway se convirtió en lagartija y todas las
noches me dice: “mantente viejo”.

Paul Auster ya murió, y en su tumba se lee: “Roba como
un Artista”.

Alexander Whiteaker dentro del estudio musical: “repite,
repite, repite”.

“No te creas todo lo que digo”, me aconseja después de
pedir otra cerveza, Leonard Cohen.

Y yo, que sigo aquí dormida, tratando de entender quién
soy, recordando dónde dejé el coche.

Damon Albarn se baja del brincolín, come un poco de
ensalada rusa y se pone a perseguir a sus amiguitos con
un aerosol de espuma.

“Las llaves, creo que aventé por aquí las llaves”. Soy San
Pedro acurrucada entre las nubes.

El creador de la cerveza no fue Fray Bartolomé de las Casas,
fue mi papá. No, fue el papa anterior, el más antiguo.

Marco Olivera bailando cumbias en una fiesta en secundaria.

Damián Laris me dice en este momento: “yo soy un
personje, hay otros más interesantes, pero también son
personajes”.

Y Eric Clapton aplaudiendo al mismo tiempo que Allen
Ginsberg, pero del otro lado de la cancha.

Suena la alarma.

No puedo dormir y estoy dormida.

“Mi mayor anhelo”, dice Jean Paul Belmondo, “es ser
eterno y luego quedarme dormido”.

“Llegamos a nueve”, está pensando Fellini al bajar las
escaleras.

“Nada de lo que ves es real”, Luis XV.

“Déjenme dormir”, les dices a todos, cuando ya están
reunidos en la sala.

Suena la alarma.

Te moriste, como siempre.

Fotografía por TolikTolik TolikTolik