Dos píldoras después me desvanecí.
Abrí los ojos y una vez más, estaba mirando fijamente a Charlie Kaufman antes de disparar mi última bala. Apreté el gatillo, la tinta comenzó a caer a borbotones. Lo había logrado.
De un momento a otro mi trance se rompió, un dron nos espió por la ventana todo ese tiempo. Huí de mí.
Todo el trayecto resonó en la parte más oscura de mi lóbulo parietal la misma epístola de siempre:
Ante
Mis pensamientos
Bárbaros,
Ulcéricos,
Lisérgicos,
Alucinógenos,
Náufragos, soy
Testigo de mis
Espectros
Satíricos
Cada reverberación infectó mis entrañas hasta que sucumbí. Regresé a 1968 y le apunté a ese cabeza de rábano, siempre odié los tubérculos.
Ya no tenía balas.
Fotografía por Richard P J Lambert
Supervillana, méxtasis de provincia.
Redactora creativa jr.