“Un dron nos espió por la ventana”, eso fue lo último que me dijo antes de dormir a mi lado, cuando desperté, ya no estaba. Nunca supe a dónde fue, pero es hermoso poder recordar esa noche, bebimos una botella de vino, desempolvamos viejos discos y hablamos sobre nuestro futuro, sobre un nuevo cuarto, sobre vivir juntos, sobre poder mutilar el pasado y encontrar nuevas formas en nuestro presente, aquel viejo álbum de 1968 de Neil Young acompañó nuestra cena, entre tantos rábanos en nuestros platos no pudimos siquiera distinguir el plato fuerte, era todo un desastre, pero sin duda los desastres y las malas cosas no nos importaban, solo importaba este momento, esta noche y nosotros no parábamos de reír hablando de la primera vez que nos vimos y nos dimos nuestro primer beso, las incontables horas en las que charlabamos por teléfono, quién diría que todos esos bellos momentos pasamos juntos.
«The Last Trip to Tulsa», la última canción de ese gran álbum, 9 minutos en los que decidimos limpiar la mesa, lavar los trastes y decidir que película ver para culminar nuestra noche perfecta. Parece ser que el plan de Charlie Kaufman había funcionado, porque acordamos ver Anomalisa, esa gran obra que quizá nos puso a pensar demasiado sobre como funcionan las cosas, sobre nuestros miedos internos, sobre nuestras inseguridades y nuestro caos interior.
Terminada la película la noté seria, pensativa e indiferente…
Quizá una agonía hacía nuestro futuro, tal vez y ella después de todo no quería vivir conmigo, sus inseguridades y miedos le han ganado, no lo sé, nunca lo sabré, ella se fue, y no dijo absolutamente nada.
Dije que no quería perderla nunca, desearía que todo fuese un mal sueño, desearía que volviera, desearía que todo vuelva a estar bien, como cuando prometimos remar hacia nosotros. Sin importar lo que haya pasado, ella siempre estará en mí y la estaré esperando.
Tengo miedo de que esto ocurra de verdad.
Fotografía por Richard P J Lambert
Melómano, escritor, enfermero y adulto semi profesional.