Como a los sueteres, yo me apilo.
Ahí, al ladito de la ventana.
Apilo todo.
Los escalofrios, las hormigas de mi espalda y los ojos.
Apilo también el agua.
Y por ahí, por donde nos hacemos los sordos; corre el agua apilada.
Justo por ahí; la niña, mi hermana, mi madre. La niña, recorre de puntitas la orilla del río, todo per mero vertigo a las hojas blancas que lo recorren.
Por allá; en las palmas de mis manos, corre el río. Y yo, corro con mi hermana, mi madre, mi hermana, corro con la niña.
El río fluye por las líneas de mis manos, marca el paso de una canción de cuna, y es el vaivén el que mece a la niña; que se frota las manos después de ser río.
Paso más tiempo en la cocina que en el escritorio y colecciono lápices.