Hemos estado persiguiendo palabras bajo nuestras gargantas antes de que puedan surfear nuestras lenguas, antes de que puedan encontrar su manera de curvearse en nuestros labios. Nuestras mejillas están chapeadas de vergüenza de al fin poder sentir, de finalmente poder estar vivos y pendejamente enterramos inmediatamente lo que ha florecido. El cielo se siente más pesado de lo que podemos recordar y el aire ha rechazado nuestros pulmones.
Después del aquí, esperamos que exista un ahí, donde sea cómodo orquestar todo lo que siempre hemos querido ser. Donde el espacio que ocupemos no se sienta como que nos sofoca, dónde duela pero que sea tolerable.
Fotografía: Gediminas Jankevicius