Adentro, nosotros dos

Una mañana anoté: La bruma era la de Perote, la carretera de Mil Cumbres, el océano atrás, el Pico de Orizaba, adelante. Sentado en el asiento trasero, tú manejabas tu Fiat, negro y blanco, igual que la suerte. Sumidos en la niebla frondosa, sin ver, no tenía miedo: “No has crecido”, me dijiste. No tenía miedo, pero no entendía si eras tú o alguien más, la que me hablaba.

-Pon un poco de música.

Encendiste la radio y sonaba “Sunday Morning”

-Qué ironía- te dije.

Entonces estaba lúcido y pude sentirte en la atmósfera cerrada de tu coche.

Cállate-susurraste-que ya va amanecer.

Citabas “Luvina” y estábamos tan próximos, tan envueltos, tan protegidos que el mundo pasajero, la densa realidad, se cifraba en mis huevos: Adentro, nosotros dos, afuera, la hondonada.